Las cinco amigas, vestidas de domingo y a la salida de misa de
diez menos cuarto en la parroquia de Santa María de Sestao, decidieron ir a
pasar la mañana al Regato, un barrio de Barakaldo entre el río Galindo y el
pueblo de Trapagaran.
Las prendas de vestir y sus zapatos no eran los más
adecuados para ir a buscar cerezas, ya que el lugar era montañoso y lodoso.
Vestían faldas plisadas escocesas o grises de franela, con zapatos combinados blancos
y azules o mocasines rojos. Por su parte, las chaquetas eran blasier azules o
grises.
Pero lo menos importante era el atuendo en aquel domingo. Lo
que las animaba era ver a sus amigos lejos de las miradas de las madres, que
paseaban alrededor del quiosco de la música.
Las cinco amigas estaban encantadas y felices bajando la
cuesta de Galindo, para después pasar las vías del tren de Triano y así entrar en
el barrio del Regato, para poder encontrarse con sus amigos y comenzar la
excursión.
El cabecilla del grupo llevaba una hermosa ‘tximbera’ para
asustar a los pájaros del lugar. El grupo disfrutaba de la excursión, hablaba y comentaba lo que
les había sucedido a cada uno de ellos durante la semana.
En el barrio había casitas pequeñas con sus huertas y
árboles colmados de cerezas. Eran las cerezas más rojas y grandes de la zona,
qué digo de la zona, ¡del mundo! Los chicos las recogían de las ramas para
entregárselas a las niñas.
El grupo pasaba así la mañana del domingo. Las cinco amigas
y los chicos volvían a casa hacia el mediodía para dar buena cuenta de la
comida dominical, que solía consistir en sopa de cocido con garbanzos, carne
con tomate y pimientos, y de postre flan casero.
Y a esperar al próximo domingo para volver a repetir la
escapada.
Abril,
2008
Con
cariño para mi amiga Begoña